La obra cuenta la historia de María (Kantor), quien llegó de
su Paraguay natal hace muchos años y desde entonces trabaja como empleada
doméstica en la casa de los Sucovsky. Sin embargo, ella se siente una más de la
familia, conoce todas las costumbres tanto de los hijos como de padres y
abuelos, y ahora está decidida a ir por más: quiere ser judía como ellos.
Absolutamente convencida de que se ha ganado ese ¿privilegio?,
se dispone a enfrentar a un tribunal rabínico – a la sazón, el público presente
en la sala – aduciendo diferentes argumentos con convicción y solidez.
Si bien "La shikse" - palabra que deliberadamente
nunca será mencionada en el espectáculo - apunta a un público de la colectividad
judía, la temática bien podría adaptarse a la comunidad china, italiana,
paraguaya o cualquier otra, ya que María (o Malka como quiere ser llamada, y
que en hebreo significa “reina”) lo que en realidad desea es ser aceptada, ser
reconocida y pertenecer al mismo grupo social que sus empleadores.
En el intento de convencer al tribunal, ella usará todas sus
armas de seducción para demostrar que “encaja”, que comparte los mismos
valores, códigos y tradiciones que la familia para la cual trabaja. En un monólogo extenso, donde el humor por
suerte se puede colar dentro del texto dramático, María/Malka hará un recorrido
por su vida junto a los Sucovsky, compartiendo sus emociones, vivencias y más con
la platea/tribunal.
Kantor se mete, literalmente, entre el público con gracia y
habilidad. Dúctil por donde se la mire, no tiene puntos flojos. Y su personaje
tampoco. Seduce no tanto por sus dotes para la gastronomía (gran acierto para
jugar con los asistentes) sino porque va poniendo claro sobre oscuro en su
defensa contra las desigualdades sociales.
Por su parte, el autor, con gran inteligencia, nos
sorprenderá al final y, tal vez mientras las luces de la sala se vayan apagando,
alguna persona se quedará reflexionando si para alcanzar una meta vale todo.
Otro detalle que impacta es la silla multiuso como única escenografía.
Una silla majestuosa ocupando el espacio del escenario desde donde la protagonista,
absolutamente certera, irá lanzando sus flechas hacia el espectador. Imposible
no acompañarla por los diferentes caminos que propone.
Porque “La shikse" se mueve en un campo minado de situaciones
opuestas: alegría- tristeza; amor-dolor; castigo-perdón; crítica - acuerdo;
cucaracha - reina; pacto- traición; miedo-confianza; ilusión- decepción.
Cabe destacar que “Shikse” es un término usado en la colectividad
judía, con cierta carga despectiva, para referirse a las empleadas domésticas,
quienes no sólo se ocupan de las tareas de limpieza sino también, en muchos
casos, se le confiere la mayor responsabilidad que le cabe a un ser humano: el
cuidado de los hijos.
María creció a la par de los pequeños hijos de los Sucovsky
que tenía a su cargo y, finalmente, decide rebelarse. Ella no quiere ser más
“la diferente”, no quiere ser tratada como un objeto y no quiere más que, a
través del lenguaje, se manifiesten los prejuicios u otros sentimientos
hostiles que la familia deposita en ella. Y la única salida posible es lograr
tener los mismos privilegios.
En síntesis, “La shikse” es una propuesta para todo tipo de
público.
Si sos de los que te gusta pasar un buen rato o, por el contrario,
de aquellos que prefieren analizar cada detalle, esta obra es para vos.
La risa está garantizada, pero no será sin costo.
Betina Pascar
Nota publicada en Nueva Sion
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