lunes, 11 de febrero de 2019

"Me gustaría ser recordada como una autora con humor,que luchó por el rock, el ingenio, la belleza y la liberación del deseo"



Si tuviera que definir a Paula Maffia con una sola palabra seguramente elegiría "libertad". Inteligentísima, aguda, hiper lúcida y amorosa, Paula no elude ninguna respuesta; al contrario, explica todo minuciosamente,  tejiendo - a través de su discurso - una declaración de principios. Así en la vida como en el escenario entrega todo, sella pactos, establece vínculos, y no necesita recurrir a la literalidad para dejar muy en claro lo que piensa, ya sea que estemos hablando de música, de la coyuntura política, de la sexualidad, de sus proyectos o de un presente que la encuentra despojándose de viejas creencias y de dogmas.

Betina Pascar: ¿Cómo vivís el hecho de ser una bomba, una verdadera aplanadora en el escenario? 

Paula Maffia: ¡Guau!...bueno, hay que ver qué entiende por bomba cada une o unx (podés ponerlo cómo más te guste).Yo me siento explosiva pero no restrictamente en un sentido sexual; en absoluto, al contrario, algo muy poderoso que tiene el escenario para mí es la capacidad de trascender todo lo que me ata a la inmanencia de esta cárcel de carne que es el cuerpo y la existencia.

Para mí el sexo es algo que me limita un montón. Me encantaría que fuera un tema que no me obsesionara tanto; me encantaría, además, tener muchos sexos, poder ser todos los géneros posibles y poder tener todas las edades y todas las sexualidades. Si pudiera me gustaría abordar todo eso; entonces, en el escenario puedo jugar un poco y ser, de alguna manera, la niña que fui, la mujer que soy ahora y potencialmente la mujer que seré.  En el escenario estallo del plano existencial, es un ritual donde me transformo, es casi como un viaje psicodélico al punto tal de que me bajo del escenario y muchas veces no recuerdo con claridad cosas que sucedieron. Después veo videos y soy una chabona normal arriba de un escenario, con todas la complejidades de tener un cuerpo y llevarlo puesto, pero me pasa que la experiencia que yo tengo, la experiencia de vivirme haciendo esas cosas es muy espectacular.

Tocar se me ha tornado un poco adictivo porque además tengo mucha energía y es una buena manera de gastarla. Posiblemente, aparte del sexo -que es un lugar donde no pido condiciones -estar arriba del escenario es algo que disfruto mucho y que no tiene por qué ser exclusivamente productivo o provechoso. De hecho a veces ni me preparo para los shows; voy así, muy cochinamente con lo justo, no hago grandes ensayos o grandes presentaciones y tampoco me emperifollo demasiado. Me gusta transmitir esa sensación de “vine con lo puesto”. Lo aprecio mucho.

Y después, la gente tendrá su mirada de mí la cual yo ignoro, pero que por lo general hace referencia a que soy grandota, que soy vistosa, que me muevo y disfruto, que trasmito goce. Sí, yo gozo y la gente lo percibe. Y hay como un pacto ahí: no creo que sea lo único que tengo para transmitir pero posiblemente tampoco tenga ganas de ocultarlo. No me gustaría tener que medir mi goce arriba del escenario porque es uno de los lugares donde me permito no medir nada.

BP: Aunque seguís tocando con tus grupos, también te lanzaste como solista. ¿Querías despegarte un poco de lo que ya venías haciendo desde lo musical o tiene que ver más con querer cantar (decir/comunicar) otras cosas?

PM: Yo siempre compuse y lo que ha caracterizado, de alguna manera y en alguna medida, mis proyectos son mis composiciones. Lo que pasa es que los proyectos dependen de un montón de personas, y las personas van y vienen… Entonces, en un momento sentí que estaba reseteando mi carrera cada vez que empezaba un proyecto nuevo, era como empezar de cero y me dije: “Tengo que tener alguna producción que dependa exclusivamente de mí porque si no la gente no sabe quién soy. Soy ‘la de’ La cosa Mostra, ‘la de’ Las Taradas… Voy a hacer canciones y les voy a poner mi nombre y tendrán una sonoridad más específica”. Y acá estamos, haciendo lo que siempre me gustó hacer que es componer. O sea, es una especie de virada hacia una generación de un archivo más personal donde tampoco tengo que ser consecuente con la estética de un grupo o tomar decisiones grupales, y es un poco más solitario pero no por eso aburrido.

BP: ¿Sentís que ya te liberaste de todo lo autoimpuesto y de lo que también nos impone la sociedad, como te propusiste en tu tema del primer disco solista "Ganas de salir"?

PM: En este momento de la vida estoy convencida de que todo lo que pensamos son verdades limitadas. Me parece que hay muy pocas verdades que sortean el paso del tiempo y justamente “Ganas de salir” habla sobre el comienzo de un período donde empiezo a cuestionar grandes verdades para mí, por ejemplo todas las cláusulas del tipo “yo soy” o “yo no soy” son mentiras porque son incorroborables. Una puede intuir o tener una tendencia pero yo ya no utilizo este tipo de cláusulas porque me he dado cuenta de que me puedo sorprender a mí misma para bien y para mal.

Además, muchas de esas convicciones están reforzadas por las cosas que nos dicen los demás y muchas veces la mirada que los demás tienen sobre nosotros también es sesgada. Entonces ¿de qué manera le damos más lugar a la palabra del otro que a la propia intuición?

No quiero vivir más con condicionamientos ni dogmas. No creo que se puedan eliminar definitivamente pero sí me parece que en la búsqueda de un temperamento más equilibrado y más sagaz, cuestionarse permanentemente los lugares de confort y estabilidad es muy importante. Ahora me siento más identificada con “yo estoy” que con “yo soy”. Entonces, “Ganas de salir” tiene una lectura de un deseo voraz de escapar, como te decía antes, de lo inmediato, del aquí y ahora. Es toda la potencialidad que una quisiera poder, pero también ese querer- poder es de alguna manera empezar a poder, con lo cual “Ganas de salir” también es una especie de arenga, una canción de batalla, de allá voy, esto es todo lo que voy a hacer.

BP: En el 2018, año trascendental para las mujeres, se te vio muy activa en las redes, tanto en lo relacionado con la legalización del aborto, como en la promoción del arte queer. Te manejás con mucha libertad hablando sobre “lesbian drama”, “tortas”, etc.  ¿Alguna vez  te sentiste discriminada? ¿Fue muy difícil salir del closet para vos?

PM: En relación a los términos que uso para referirme a mi sexualidad, a mis gustos o a lo que sea, creo que el lenguaje es creador y entonces reapropiarse de las palabras del enemigo es una manera muy fácil de dar vuelta los argumentos. Por ejemplo, es como que entraras a un negocio y una señora de unos 70 años te quiere llevar puesta o hace algo grosero, algo que no está bien, y vos a esa señora le decís “Qué maleducada”. Entonces le estás quitando la palabra que utiliza ella para insultarte a vos. Es muy genial eso.

Por otro lado, las mujeres venimos viviendo años trascendentales hace un montón; lo que pasó en 2018 fue la urgencia epidémica de darnos cuenta de que todo lo que hacemos tiene una consecuencia y tomar cartas (o no tomarlas) sobre el asunto son maneras de moldear el curso de la realidad y por lo tanto del futuro. Creo que nos dimos cuenta de que nuestra lucha es poderosa, que no es en vano y que la unión realmente hace a esta fuerza. Reconocernos es parte de esa lucha, entonces hay muchas chicas que empiezan ahora, por suerte, a darse cuenta de un montón de situaciones de vulnerabilidad y de restricciones por el solo hecho, por el simple accidente de haber nacido en un cuerpo biológicamente de mujer.

Obviamente me parece que gran parte de esa batalla tiene que ver en principio con la emancipación total de cualquier opinión sobre nuestros cuerpos. Eso obviamente excede a la despenalización del aborto, pero hay algo muy urgente en el pedido por la Ley de IVE (Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo) que es que cientas de mujeres mueren al año por hipocresía, porque el aborto se practica clandestinamente y hay obviamente negociados muy grandes y prácticas ocultas en todas las clases, pero todavía no está socialmente aceptado. Básicamente, también hablo de hipocresía cuando pienso que no tenemos voluntad para decidir sobre nuestros cuerpos según la ley pero por otro lado se nos expone como objeto de consumo. Sólo basta que prendas la tele, basta que abras un diario, para que veas que somos nosotras los animales lujuriosos que buscan la violación o la vejación o el acoso, y los varones que perpetran estas atrocidades sobre nosotras no son varones sanos, son monstruos. Así te estoy resumiendo un poco la lectura hipócrita que tiene la sociedad sobre nosotras.

De todas formas, yo vengo viendo que incluso mis amigas más conservadoras ya han abierto la cabeza no sólo en cuestiones radicales y urgentes como la despenalización del aborto, sino en cuestiones más privadas que no son necesarias de ser mostradas, que tienen que ver con los vínculos sexo -afectivos, con las grandes instituciones como la familia y el amor, e incluso con su autovaloración en sus vínculos amorosos y en el trabajo.

Por último, para mí no fue muy difícil salir del clóset porque creo que se nota un montón que soy lesbiana. Sí me cuesta un poco que la gente me tome en serio como lesbiana porque no respondo a los patrones característicos, entonces los varones no entienden que me atraen las mujeres y muchas mujeres todavía no se enteran, lamentablemente, de que me gustan las mujeres. Mal ahí, chicas: ¡me gustan mucho las mujeres!

BP: Hablemos de amor o desamor… El jueves 14 de febrero vas a estar haciendo "Maldito San Valentín" con tu tía Diana Maffia, donde prometen repensar el amor para poder elegir el que nos haga bien. Por favor, tirame un centro de cómo se logra eso, o al menos contame cómo va a ser este show…

PM: Todavía no puedo dar muchos detalles porque estamos cocinando lo que va a hacer el “Maldito San Valentín”. San Valentín, el santo decapitado, el que perdió la cabeza. Yo creo que va a ser una buena baraja de toda la poesía filosófica que maneja mi tía Diana sumado al aporte que yo pueda hacer sobre el contenido musical y mi reflexión como música, autora y consumidora de música. No sé si me voy a animar a filosofar al lado de Diana pero puede que algo se me escape, y también supongo que vamos a ver una faceta un poco más melómana de Diana. Incluso, ¿quién te dice? hasta la escucharemos cantar…



Nuevamente, no quiero adelantar mucho porque todo esto va a tomar forma en los días previos y, además, vamos a dejar que mucha de esa forma se dé in-situ. Así que va haber bastante de improvisación. El guión va a tener un poquito sueltas las riendas.

BP: Volviendo a tu faceta de solista, acabas de sacar “La espesura”, un tema adelanto de “Polvo”, el disco que se podrá escuchar completo a partir de abril y que incluye un videoclip donde podríamos decir que incursionás como actriz. ¿Tenés ganas de actuar?

PM: ¡Yo aparezco en ese el videoclip pero no estoy actuando! Creo que incursioné más como actriz en pequeñas colaboraciones que hice para series o videos, o en participaciones teatrales.

Me encantaría actuar pero me parece que es algo que está fuera de mis posibilidades actualmente. Me gusta mezclarme con el teatro, adoraría mezclarme con el cine, pero tengo mucho respeto por estas disciplinas y sólo aceptaría participar si viniera un director o una directora y me dijera: “Te necesito así, así de salvaje e indómita y así de mala actriz”. Respeto un montón la labor de actores y las actrices como para  ponerme a actuar sin ningún tipo de preparación. No me he preparado y por lo tanto no lo haré por el momento. Si algún día me entrenara y me animara a hacerlo, o si alguien lograra dirigirme así - más de bruta que de diamante- podría llegar a considerarlo.

BP: ¿Hay cierta intención de dejar un mensaje, a través de tus letras, o sólo son licencias poéticas o catárticas? 

PM: No, no sé si manejo licencias poéticas… creo que trato de ser muy clara en lo que digo a pesar de que no sea sumamente literal. Yo creo que puede haber claridad en la metáfora. Es contradictorio lo que estoy diciendo pero considero que una metáfora no necesita ser completamente inasible o paradigmática como para funcionar. Creo que puedo decir lo que digo sin generar bajadas de línea pero sí generando sensaciones o aproximaciones. Me gusta encontrarme a mitad de camino con quién escucha o lee mis letras, no me gusta servir el plato de la literalidad pero tampoco me gusta ser sumamente esponjosa, o spinetteana… A veces me pasa que hay letras que son como mamushkas…no sé, como: “El viento que desanda tu brisa cuando te mueves trémula por los candores del anochecer de mis temores”… hay una imagen metida dentro de una imagen, metida dentro de una imagen, es básicamente como un zip, como que estuvieras comprimiendo una idea a la nada, como que la diluís. En cambio yo prefiero, como en cualquier vínculo, generar un pacto: yo doy un paso y espero un paso de la otra persona, se me hace que es un poco brusco dejar todo servido. Tampoco quiero ser elusiva, no me gusta eludir el mensaje, por eso hago bajadas a palabras de sensaciones y eso ya es una transliteración re costosa, es una alquimia re fuerte bajar una idea sensorial a un cúmulo de palabras.

BP:¿Y cómo viene tu agenda de presentaciones para este año?

PM: Mi agenda viene increíble, pero también estoy tratando de ser estratégica, cosa que me cuesta un montón porque soy muy cebada. Es muy difícil ser estratégica cuando tu mente ya está encabritada. Por un lado mi cuerpo siente que está viviendo en noviembre de 2018, mi cuerpo está muy agotado, pero mi mente está bailando conga en agosto del 2019. Tengo una especie disforia temporal cuerpo- mente muy grande…
Este año me esperan varios viajes, o así debería ser por lo menos, y eso me pondría muy feliz. Viajar, llevar mi música a otras latitudes y otras longitudes es específicamente lo que deseo para el 2019 y gran parte del 2020.

BP: ¿No te cansa un poco que, con tanta trayectoria, aún te sigan diciendo que sos una artista del “under”?

PM: Si, obviamente. Me agota seguir siendo una artista del under pero eso es una moneda de dos caras, no es solamente la apreciación que hace el mundo exterior sino que también ahí se confunde under con indie. Hay algo de la escena independiente que es siempre un poco más bebé que el mainstream, por así decirlo; es siempre un poco más pequeño o es siempre un poco más improvisada que la industria, que lo loado por las masas que te retienen en una cosa como de adolescencia. Y es un poco también culpa de la escena justamente del under y del indie, que no tiene plataformas para impulsar artistas a otro lugares.

Entonces, por un lado hay un poco una condena moral hacia el artista del under que logró trascender, como que es un vendido. Eso es un poco cruel porque es muy difícil vivir y sobrevivir monetariamente en esta escena, en este país, a esta condición económica actual.  Dedicarse al arte posiblemente sea un agravante, hay mucha especulación porque no es como en una carrera universitaria donde podés perder un parcial o que te bochen una tesis,  no es paso tras otro paso. En las artes hay mucho de moverse a los costados, y también para atrás. Y si te tomas un año sabático es posible que te cueste tres años volver adelante. Es como cuando hay crisis y basta que sólo una generación no haya podido estudiar porque tenía que trabajar para que se tarden tres generaciones en lograr volver a generar un pueblo instruido, seguro y consciente de sus derechos y de sus valores.

Al margen de esta teoría política, sí es cansador sentir que estás moviéndote en el mismo lugar pero también es un ejercicio mental y una manera de percibir las crisis. O sea, de alguna manera también eso nos lleva a migrar o a reforzar territorios. Yo no creo en el aburrimiento, nunca me aburrí. Jamás. Sí me sentí prisionera, pero después de estar muy triste, me enojé mucho y rompí todo y me di cuenta que también yo estaba inventándome esa prisión. Así que todas las veces que me frustré aprendí a trascenderlo y me hizo más fuerte. Me enseñó que hay ingenio y que el ingenio es muy superador.

BP: ¿Y cuáles son esas prisiones a las que estás aludiendo?

PM: Los dogmas, los miedos y las inseguridades son grandes prisiones. Si unx se conforta en ellos, no es que haya belleza y confort real en el malestar, pero creo que al ser animales de costumbres podemos reconocernos un poco en esa miseria y aprender a tolerarlo. Digo, es la única razón por la cual la gente tiene trabajos de oficinas de nueve horas por día. O sea, yo tuve una vida asalariada en algún momento donde pensaba que era muy importante que generara mucho dinero. De hecho sé que lo puedo hacer, pero no es para mí, hay gente que se adecua a que le digan qué hacer nueve horas al día y se organiza el resto de la jornada. Quizá no tienen mucha voracidad de vida, quizá son más tranquilos, pero dudo que toda la cantidad de gente que es “productiva” para el sistema capitalista sea gente que disfrute de eso.

No obstante, pasamos más de la mitad de la vida fértil trabajando para corporaciones, para cosas que ni siquiera sabemos que son y ni siquiera nos gustan. Obviamente está la necesidad de vivir, de llevar un plato de comida a tu casa, obviamente  hay clases mucho más expuestas pero también hay gente que sigue mandatos, que sigue el trabajo que sus padres quisieron que llevaran adelante, que se casa con la persona que se tiene que casar, incluso hay gente que no sale el clóset  justamente por ese motivo.

BP: En varias notas hablas de “trascender”, o de poder hacer canciones que se entiendan de “acá a 60 años”. ¿Cómo quisieras quedar en la historia de la música? ¿Cómo querrías o te imaginas que vas a ser recordada?

PM: No sé cómo voy a hacer recordada, es una incógnita muy grande. Por lo pronto me gustaría no ser olvidada más que ser recordada. Y me gustaría ser recordada como una autora con mucho humor, me gustaría ser recordada como una autora que siempre luchó por el rock y por el ingenio, por la belleza y por la liberación del deseo.

Me gustaría además no quedar pegada a un momento muy pequeño y particular histórico, me gustaría colarme por otras disciplinas, por territorios insondables. Lo único que no quisiera es ser de esas tristes figuras que sólo son apreciadas una vez que se murieron y pasó un montón de tiempo. No sé si quiero quedar inscripta con letras de oro en los anales de la historia, yo prefiero ser explotada para bien, quiero ser bien consumida como como si fuera una gruta generosa llena de cosas, quiero ser explorada y quiero ser aprovechada. No quisiera ser un poeta muerto: quiero honrar mi vida y quiero quedar como alguien que dio todo lo que estuvo dentro de sus capacidades.



Betina Pascar

(Fotos: La Vaca, Revista Almagro, Página12,  y tuiter de Paula)

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