miércoles, 30 de agosto de 2023

“La papa”, para comer con mucha atención

Nuni (Natalia Jesica Slovediansky) y Luli (Florencia Rodríguez Zorrilla) son hermanas muy cercanas, cómplices y confidentes. De familia judía, desde pequeñas tienen por costumbre reunirse en la cocina de su casa para preparar knishes de papa para su tío (Hernán Mirra), quien las visita con frecuencia. Sin embrago, con el paso del tiempo, estos vínculos se verán, inesperada y desesperadamente, quebrados debido a decisiones de ellos con las que Nuni no está de acuerdo y se niega a aceptar. Las frecuentes discusiones, sobre todo con su hermana, tensarán el lazo fraternal hasta el límite. De pronto, se acabarán los juegos y Nuni se verá enfrentada con su tío y su hermana. Su estabilidad emocional se ve amenazada, la angustia la atraviesa, y esta crisis vital la llevará a cuestionarse diversos temas como su forma de relacionarse, su sistema de creencias, su fe, los mitos y mandatos familiares, el futuro… Entonces deberá empezar a buscar la respuesta a la pregunta más difícil, temida pero imprescindible: «¿Quién soy?».

“La papa” está basada en la historia de Slovediansky -que logró amasar su dolor y darle belleza en forma de arte-, pero podría ser la de cualquier persona, por eso enseguida genera empatía entre el público y los actores.

Dependiendo del contexto, una papa puede adquirir diferentes significados. Además de ser un alimento muy preciado para la gastronomía de la colectividad judía, también se la usa en frases como «es una papa» queriendo significar que algo es fácil. El camino que deberá emprender Nuni no lo será sino hasta que consiga dominar sus miedos, espante fantasmas, rompa cadenas, y aprenda a vivir en un marco de tolerancia y respeto hacia sí misma y su entorno.

Quizá la respuesta que tanto necesita llegue en el momento y de la forma menos pensada. Hasta que eso ocurra, Nuni seguirá corriendo (literalmente) con una mano en la masa y la «papa quemando» en la otra.

Con actuaciones muy parejas, las hermanas y el resto del elenco -interpretado por Mariana Álvarez, Alejandro Ezequiel Cohen y Hernán Mira- se mueven con comodidad llevando al espectador por diferentes situaciones, personajes y espacios.

Todos los actores son dúctiles, frescos, y colaboran para que el desarrollo de la trama (un poco larga) atrape al espectador, no lo fatigue, y lo mantenga atento y en vilo hasta el final, en el mismo clima de desconcierto y desazón que se encuentra la protagonista.

Los diálogos son pertinentes y ajustados a la realidad. Las palabras a veces pueden ser latigazos, pero más cruel aún es el silencio. Slovediansky cocina delante de nuestros ojos su propia historia, echando en la olla recursos picantes como metáforas y máscaras, otros no siempre efectivos como alguna canción o un monólogo, algo divertido como pasitos de bailes noventosos, y para bajar tanto sabor a drama, añadirá una pizca de ironía y bastantes cucharadas de humor. En este último ingrediente se llevan todas las palmas el rabino y coordinador (Cohen, en su doble rol) y la muchacha paraguaya que cuida a las chicas, personaje infaltable en toda obra -y casa- de familia judía.

Al igual que la papa, claro.

Volviendo a la protagonista, su dominio corporal le permite entrar y salir airosa de cada escena con rapidez y este dinamismo es lo que consigue retener al espectador dentro de la acción. La obra tiene grandes aciertos y algunas fallas como, por ejemplo, que al querer abordar tantos temas importantes (como el ambiguo vínculo amor-odio que existe, desde la Biblia, entre hermanos; o la cuestión de la existencia o no de Dios) comete el “pecado” de quedarse en la superficie, sin profundizarlos, y sólo hacer foco en su autobiografía. El monólogo final, asimismo, me pareció que debió ser actuado, o de lo contrario narrado, pero con la presencia de todos los actores. Un detalle para que la esencia del mensaje no se diluya, en mi modesta opinión.

Hay -y se nota mucho- un gran trabajo de equipo en esta puesta que se completa con Nicolás Salischiker (productor y director), e Irina Juárez (asistente de dirección y producción).

En síntesis, “La papa” es una obra altamente recomendable -con sus sabores dulce, ácido, amargo y salado- porque deja al espectador con hambre, es decir lo deja rumiando, reflexionando un rato largo. Y esto le agrega varios puntos a favor.

Una ópera prima que habla de los mismos ideales que planteaba la revolución francesa: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y, dicho está, acá también se trata de una revolución subjetiva, formadora de la personalidad, que implica madurar, con respeto, amor y unión.

“La Papa” acaba de regresar de su primera gira internacional por México, donde realizó funciones y charlas debate en el 32do. Festival Habima y en Nuevos Teatro Versalles.

Durante el mes de septiembre podés verla, en Timbre 4 (Boedo 640) los domingos a las 12 hs. Puntual, porque la mesa ya estará servida. 

                                                                                                Betina Pascar


(Nota publicada en Nueva Sion)

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