Por fin llegó a mi manos "El Golpe de la cucaracha" , la primera novela como autora integral de
Contrariamente a lo que podríamos pensar, el título no encierra ninguna metáfora sino que resulta de la traducción de una expresión francesa, "Le cup du cafard", que significa tener una depresión profunda. Y es, con suerte, la menor secuela que puede quedarle a quien padeció pasivamente vejaciones y otras humillaciones a tan corta edad de parte de quien sería deseable que cumpliera un rol amoroso, de ejemplo o guía.
Al final del libro, a modo de epílogo o "extras", Gato nos explica LA NECESIDAD que tuvo (así ,con letras mayúsculas, como si se tratara de un grito desesperado) de contar esta historia luego de que su progenitor /abusador fuera sobreseído en la denuncia penal por violaciones que ella le realizara.
Pero la necesidad de compartir lo sucedido era un proceso interno que nada ni nadie iba a poder impedir. Así terminó Gato su libro "(un poco arrastrándome)", tal como afirma entre benévolos paréntesis al final de la frase.
Arrástrandose... como las cucarachas, esos bichos repulsivos que todos odiamos pero que, sin embargo, son insectos capaces de adaptarse a cualquier entorno, vivir y ver en la oscuridad absoluta y sobrevivir a casi todo. Paradójicamente, podríamos estar describiendo la vida de la misma Cecilia Lucia Fernández hasta que, a los 20 años, se escapó de la casa de su mamá.
Volviendo al libro, a Fernández el guión le llevó unos meses escribirlo, en tanto que tardó en dibujarlo "tres dolorosos años".
A mí, como lectora, me pasó lo mismo: el texto me resultó sumamente delicado y , a pesar de algunas viñetas violentas desde lo verbal, lo pude transitar surfeando la angustia con esos matices de humor, ironía e ingenuidad, recursos que Gato le imprimió a su Lucía, la pequeña que por momentos también podía disfrutar de juegos con su hermano, ver películas o escuchar música.
En cambio el dibujo es sórdido, amenazante. El realismo mágico utilizado para no caer en golpes bajos no alcanza para suavizar un ambiente donde los gestos, las posturas, el trazo, las onomatopeyas y hasta el color se tornan por momentos agobiantes, al igual que la introducción de ciertos elementos oníricos. Y ni mencionar aquellas escenas donde se ve o se intuye el abuso sexual propiamente dicho.
Es asfixiante leer sabiendo que estas situaciones existen en la realidad, son recurrentes y no tienen nada de ficción. La verguenza, el dolor y el espanto son reflejados con precisión por el lápiz de Gato que es, por cierto, la única gran espada salvadora que tuvo, tiene y posiblemente tendrá nuestra guerrera, nuestra sobreviviente.
Además, y como si fuera poco, en la casa hay fantasmas nos advierten desde la tapa donde ya podemos ver a la nena dibujando, bajo la sombra de una enorme cucaracha, entre otras cosas figuras sin ojos ni sonrisas en sus caras. Mal pronóstico para quien desde los 5 años tendrá que ir regularmente al psicoanalista para salir del infierno en el que transcurrió su niñez.
El libro de Gato Fernández no es una mera catarsis ni siquiera una suerte de venganza. Es puro testimonio y por eso no escatima ningún elemento. A corazón abierto, nos llevará de las narices a recorrer su mundo de terror, donde la agresión y el sometimiento sólo podrán ser subsanados por la única certeza que la sostuvo todo este tiempo: saber que su relato algún día vería la luz y serviría de inspiración a otras mujeres.
Ella sabe o quizá intuye, además, que las aberraciones que sufrió quedarán marcadas a fuego en su cuerpo y en su alma; que los fantasmas de esa casa sobrevivirán -como las cucarachas - y la acompañarán posiblemente de por vida. Pero también sabe que ahora tiene una espada/lápiz para defenderse. Sabe que ya no está sola ni en la oscuridad: tiene un amor, tiene amigas, compañeras de lucha, un maestro, y principalmente se tiene a ella y, con justicia (ésa que no supo condenar a su abusador) se dedica su primera novela, que merecidamente ganó el Concurso de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes.
No conozco a Gato ni siquiera la tengo entre mis contactos de facebook, pero admiro su laburo y la sigo en su página, desde donde fui testigo de cómo se iba gestando esta obra. Celebro que haya llegado hoy a mis manos a través de su editor,
Juro que no tenía en mente hacer ninguna reseña, ni siquiera pensé que iba a leerlo tan rápido. Pero me pareció fundamental darle difusión y aliento a esta gran artista y, sobre todo, a este libro.
Por las sobrevientes de abuso y por las que no sobrevivieron.
Gato Fernández Historietas
. La obra, autobiográfica, describe el abuso intrafamiliar padecido por la protagonista durante su infancia.Contrariamente a lo que podríamos pensar, el título no encierra ninguna metáfora sino que resulta de la traducción de una expresión francesa, "Le cup du cafard", que significa tener una depresión profunda. Y es, con suerte, la menor secuela que puede quedarle a quien padeció pasivamente vejaciones y otras humillaciones a tan corta edad de parte de quien sería deseable que cumpliera un rol amoroso, de ejemplo o guía.
Al final del libro, a modo de epílogo o "extras", Gato nos explica LA NECESIDAD que tuvo (así ,con letras mayúsculas, como si se tratara de un grito desesperado) de contar esta historia luego de que su progenitor /abusador fuera sobreseído en la denuncia penal por violaciones que ella le realizara.
Pero la necesidad de compartir lo sucedido era un proceso interno que nada ni nadie iba a poder impedir. Así terminó Gato su libro "(un poco arrastrándome)", tal como afirma entre benévolos paréntesis al final de la frase.
Arrástrandose... como las cucarachas, esos bichos repulsivos que todos odiamos pero que, sin embargo, son insectos capaces de adaptarse a cualquier entorno, vivir y ver en la oscuridad absoluta y sobrevivir a casi todo. Paradójicamente, podríamos estar describiendo la vida de la misma Cecilia Lucia Fernández hasta que, a los 20 años, se escapó de la casa de su mamá.
Volviendo al libro, a Fernández el guión le llevó unos meses escribirlo, en tanto que tardó en dibujarlo "tres dolorosos años".
A mí, como lectora, me pasó lo mismo: el texto me resultó sumamente delicado y , a pesar de algunas viñetas violentas desde lo verbal, lo pude transitar surfeando la angustia con esos matices de humor, ironía e ingenuidad, recursos que Gato le imprimió a su Lucía, la pequeña que por momentos también podía disfrutar de juegos con su hermano, ver películas o escuchar música.
En cambio el dibujo es sórdido, amenazante. El realismo mágico utilizado para no caer en golpes bajos no alcanza para suavizar un ambiente donde los gestos, las posturas, el trazo, las onomatopeyas y hasta el color se tornan por momentos agobiantes, al igual que la introducción de ciertos elementos oníricos. Y ni mencionar aquellas escenas donde se ve o se intuye el abuso sexual propiamente dicho.
Es asfixiante leer sabiendo que estas situaciones existen en la realidad, son recurrentes y no tienen nada de ficción. La verguenza, el dolor y el espanto son reflejados con precisión por el lápiz de Gato que es, por cierto, la única gran espada salvadora que tuvo, tiene y posiblemente tendrá nuestra guerrera, nuestra sobreviviente.
Además, y como si fuera poco, en la casa hay fantasmas nos advierten desde la tapa donde ya podemos ver a la nena dibujando, bajo la sombra de una enorme cucaracha, entre otras cosas figuras sin ojos ni sonrisas en sus caras. Mal pronóstico para quien desde los 5 años tendrá que ir regularmente al psicoanalista para salir del infierno en el que transcurrió su niñez.
El libro de Gato Fernández no es una mera catarsis ni siquiera una suerte de venganza. Es puro testimonio y por eso no escatima ningún elemento. A corazón abierto, nos llevará de las narices a recorrer su mundo de terror, donde la agresión y el sometimiento sólo podrán ser subsanados por la única certeza que la sostuvo todo este tiempo: saber que su relato algún día vería la luz y serviría de inspiración a otras mujeres.
Ella sabe o quizá intuye, además, que las aberraciones que sufrió quedarán marcadas a fuego en su cuerpo y en su alma; que los fantasmas de esa casa sobrevivirán -como las cucarachas - y la acompañarán posiblemente de por vida. Pero también sabe que ahora tiene una espada/lápiz para defenderse. Sabe que ya no está sola ni en la oscuridad: tiene un amor, tiene amigas, compañeras de lucha, un maestro, y principalmente se tiene a ella y, con justicia (ésa que no supo condenar a su abusador) se dedica su primera novela, que merecidamente ganó el Concurso de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes.
No conozco a Gato ni siquiera la tengo entre mis contactos de facebook, pero admiro su laburo y la sigo en su página, desde donde fui testigo de cómo se iba gestando esta obra. Celebro que haya llegado hoy a mis manos a través de su editor,
Marcelo Pulido
, de Historieteca Editorial
.Juro que no tenía en mente hacer ninguna reseña, ni siquiera pensé que iba a leerlo tan rápido. Pero me pareció fundamental darle difusión y aliento a esta gran artista y, sobre todo, a este libro.
Por las sobrevientes de abuso y por las que no sobrevivieron.
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