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Lo escrito queda
sábado, 16 de noviembre de 2024
"Pre mortem" (reseña y análisis)
miércoles, 30 de agosto de 2023
“La papa”, para comer con mucha atención
“La papa” está basada en la historia de Slovediansky -que logró amasar su dolor y darle belleza en forma de arte-, pero podría ser la de cualquier persona, por eso enseguida genera empatía entre el público y los actores.
Dependiendo del contexto, una papa puede adquirir diferentes significados. Además de ser un alimento muy preciado para la gastronomía de la colectividad judía, también se la usa en frases como «es una papa» queriendo significar que algo es fácil. El camino que deberá emprender Nuni no lo será sino hasta que consiga dominar sus miedos, espante fantasmas, rompa cadenas, y aprenda a vivir en un marco de tolerancia y respeto hacia sí misma y su entorno.
Quizá la respuesta que tanto necesita llegue en el momento y de la forma menos pensada. Hasta que eso ocurra, Nuni seguirá corriendo (literalmente) con una mano en la masa y la «papa quemando» en la otra.
Con actuaciones muy parejas, las hermanas y el resto del elenco -interpretado por Mariana Álvarez, Alejandro Ezequiel Cohen y Hernán Mira- se mueven con comodidad llevando al espectador por diferentes situaciones, personajes y espacios.
Todos los actores son dúctiles, frescos, y colaboran para que el desarrollo de la trama (un poco larga) atrape al espectador, no lo fatigue, y lo mantenga atento y en vilo hasta el final, en el mismo clima de desconcierto y desazón que se encuentra la protagonista.
Los diálogos son pertinentes y ajustados a la realidad. Las palabras a veces pueden ser latigazos, pero más cruel aún es el silencio. Slovediansky cocina delante de nuestros ojos su propia historia, echando en la olla recursos picantes como metáforas y máscaras, otros no siempre efectivos como alguna canción o un monólogo, algo divertido como pasitos de bailes noventosos, y para bajar tanto sabor a drama, añadirá una pizca de ironía y bastantes cucharadas de humor. En este último ingrediente se llevan todas las palmas el rabino y coordinador (Cohen, en su doble rol) y la muchacha paraguaya que cuida a las chicas, personaje infaltable en toda obra -y casa- de familia judía.
Al igual que la papa, claro.
Volviendo a la protagonista, su dominio corporal le permite entrar y salir airosa de cada escena con rapidez y este dinamismo es lo que consigue retener al espectador dentro de la acción. La obra tiene grandes aciertos y algunas fallas como, por ejemplo, que al querer abordar tantos temas importantes (como el ambiguo vínculo amor-odio que existe, desde la Biblia, entre hermanos; o la cuestión de la existencia o no de Dios) comete el “pecado” de quedarse en la superficie, sin profundizarlos, y sólo hacer foco en su autobiografía. El monólogo final, asimismo, me pareció que debió ser actuado, o de lo contrario narrado, pero con la presencia de todos los actores. Un detalle para que la esencia del mensaje no se diluya, en mi modesta opinión.
Hay -y se nota mucho- un gran trabajo de equipo en esta puesta que se completa con Nicolás Salischiker (productor y director), e Irina Juárez (asistente de dirección y producción).
En síntesis, “La papa” es una obra altamente recomendable -con sus sabores dulce, ácido, amargo y salado- porque deja al espectador con hambre, es decir lo deja rumiando, reflexionando un rato largo. Y esto le agrega varios puntos a favor.
Una ópera prima que habla de los mismos ideales que planteaba la revolución francesa: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y, dicho está, acá también se trata de una revolución subjetiva, formadora de la personalidad, que implica madurar, con respeto, amor y unión.
“La Papa” acaba de regresar de su primera gira internacional por México, donde realizó funciones y charlas debate en el 32do. Festival Habima y en Nuevos Teatro Versalles.
Durante el mes de septiembre podés verla, en Timbre 4 (Boedo 640) los domingos a las 12 hs. Puntual, porque la mesa ya estará servida.
Betina Pascar
(Nota publicada en Nueva Sion)
lunes, 28 de agosto de 2023
El sujeto y la ley
miércoles, 14 de junio de 2023
“La shikse” o el deseo de ser y pertenecer (reseña)
La obra cuenta la historia de María (Kantor), quien llegó de
su Paraguay natal hace muchos años y desde entonces trabaja como empleada
doméstica en la casa de los Sucovsky. Sin embargo, ella se siente una más de la
familia, conoce todas las costumbres tanto de los hijos como de padres y
abuelos, y ahora está decidida a ir por más: quiere ser judía como ellos.
Absolutamente convencida de que se ha ganado ese ¿privilegio?,
se dispone a enfrentar a un tribunal rabínico – a la sazón, el público presente
en la sala – aduciendo diferentes argumentos con convicción y solidez.
Si bien "La shikse" - palabra que deliberadamente
nunca será mencionada en el espectáculo - apunta a un público de la colectividad
judía, la temática bien podría adaptarse a la comunidad china, italiana,
paraguaya o cualquier otra, ya que María (o Malka como quiere ser llamada, y
que en hebreo significa “reina”) lo que en realidad desea es ser aceptada, ser
reconocida y pertenecer al mismo grupo social que sus empleadores.
En el intento de convencer al tribunal, ella usará todas sus
armas de seducción para demostrar que “encaja”, que comparte los mismos
valores, códigos y tradiciones que la familia para la cual trabaja. En un monólogo extenso, donde el humor por
suerte se puede colar dentro del texto dramático, María/Malka hará un recorrido
por su vida junto a los Sucovsky, compartiendo sus emociones, vivencias y más con
la platea/tribunal.
Kantor se mete, literalmente, entre el público con gracia y
habilidad. Dúctil por donde se la mire, no tiene puntos flojos. Y su personaje
tampoco. Seduce no tanto por sus dotes para la gastronomía (gran acierto para
jugar con los asistentes) sino porque va poniendo claro sobre oscuro en su
defensa contra las desigualdades sociales.
Por su parte, el autor, con gran inteligencia, nos
sorprenderá al final y, tal vez mientras las luces de la sala se vayan apagando,
alguna persona se quedará reflexionando si para alcanzar una meta vale todo.
Otro detalle que impacta es la silla multiuso como única escenografía.
Una silla majestuosa ocupando el espacio del escenario desde donde la protagonista,
absolutamente certera, irá lanzando sus flechas hacia el espectador. Imposible
no acompañarla por los diferentes caminos que propone.
Porque “La shikse" se mueve en un campo minado de situaciones
opuestas: alegría- tristeza; amor-dolor; castigo-perdón; crítica - acuerdo;
cucaracha - reina; pacto- traición; miedo-confianza; ilusión- decepción.
Cabe destacar que “Shikse” es un término usado en la colectividad
judía, con cierta carga despectiva, para referirse a las empleadas domésticas,
quienes no sólo se ocupan de las tareas de limpieza sino también, en muchos
casos, se le confiere la mayor responsabilidad que le cabe a un ser humano: el
cuidado de los hijos.
María creció a la par de los pequeños hijos de los Sucovsky
que tenía a su cargo y, finalmente, decide rebelarse. Ella no quiere ser más
“la diferente”, no quiere ser tratada como un objeto y no quiere más que, a
través del lenguaje, se manifiesten los prejuicios u otros sentimientos
hostiles que la familia deposita en ella. Y la única salida posible es lograr
tener los mismos privilegios.
En síntesis, “La shikse” es una propuesta para todo tipo de
público.
Si sos de los que te gusta pasar un buen rato o, por el contrario,
de aquellos que prefieren analizar cada detalle, esta obra es para vos.
La risa está garantizada, pero no será sin costo.
Betina Pascar
Nota publicada en Nueva Sion
jueves, 11 de mayo de 2023
“La Bobe”, cuando "el tiempo es una ilusión" (*)
Los abuelos tienen un rol importantísimo en la vida de sus nietos, pero cuando la responsabilidad de la crianza les toca a ellos la cosa puede volverse más complicada.
Tal es el caso de “La Bobe”, de esta obra escrita por Diego Licht, que también compone a Ariel, el nieto que, a su vez, deberá enfrentar solo la muerte de su abuela; ser el encargado de descubrir un secreto que ella guardó durante muchos años y llevar adelante su último deseo.
¡Pavada de presión para el pobre Ariel que ya viene cargado con sus propios problemas existenciales! “La Bobe”, su bobe -sobreprotectora, mandona, pícara, entrometida, pero también muy amorosa y divertida- fue quien le transmitió valores y tradiciones. Pareciera que el sufrimiento la hubiera vuelto más fuerte y aún no está decidida a pasar a otro plano hasta saber que todo estará en orden en éste. Al menos, en el orden que ella desea. Son minutos cruciales para Ariel y los de mayor tensión dentro del hilo argumental.
Un acierto del texto es que logra conservar la coherencia a pesar de su corta duración. En menos de una hora, la muerte y la vida; el presente, el pasado y el incierto futuro fluyen en escena en forma de recuerdos, ironías, bailes, fotos, y mucha música de distintos géneros, donde los temas en idish prevalecen para deleite de los presentes que aplauden y cantan a la par de los protagonistas.
Otro elemento destacable del guion es el valor para hablar de la muerte delante de una platea compuesta principalmente por gente de edad avanzada, bobes y zeides en su mayoría. Y lo resalto ya que debemos naturalizar la muerte, no tenerle miedo, poder nombrarla, que deje de ser un tabú. Del mismo modo, Ariel/Licht menciona en su parlamento distintos cementerios de la colectividad con sus particularidades, y hasta se atreve a hacer una crítica al ¿negocio? que la muerte implica; un guiño por cierto audaz, ya que el espectáculo se presentaba en el auditorio de Amia, entidad responsable, entre otras cosas, de los sepelios de la comunidad. Y este es otro momento donde la complicidad entre la platea se hace notar, ahora con murmullos, pero que también hacen ruido. ¿Quién no tuvo que hacer los trámites para enterrar a sus muertos debiendo optar por regatear o resignarse al decidir llevarlos a su última morada? Incluso quienes no creemos que el cementerio sea la “última morada”, sabemos de qué se trata, y atravesar esa circunstancia no resulta menos dolorosa. Ariel lo pone en el tapete para que compartamos el sentimiento.
Pero volvamos a la vida. La actuación de Licht por momentos resulta un poco estridente. Vocifera cuando habla y se lo nota afectado al entonar con su hermosa voz los temas que se interpretan en la obra. Su personaje le exige, pero considero que se excede y aturde. Produce un contraste muy desigual con su partenaire, la bobe, personificada impecablemente por una precisa Irene Almus, que sale airosa en todo momento. Tanto es así que hasta pudo resolver con humor y solvencia una dificultad técnica que se produjo en medio de la función sin dejar que decayera la tensión dramática de la escena. Almus se lleva todas las palmas, tanto en lo vocal como en lo expresivo. Ella actúa con todo el cuerpo. Sus gestos faciales y corporales son poderosos y conmovedores.
Otro gran acierto, además del final después del aplauso, es la presencia imponente de un piano, ejecutado por Esteban Rozenszain, quien se adapta a cualquier desafío. Un piano que da comienzo a la obra y no deja de sonar, acompañando a los actores cuando cantan o simplemente como cortina de fondo o eventual interlocutor mudo de la bobe, que se mueve por las tablas con soltura y seguridad.
«La Bobe» es un homenaje justo y sentido; pero la obra no se queda ahí, va más allá al desnudar con crudeza el paso del tiempo y con él las rupturas de algunos ideales, algunas relaciones familiares, y algunas miserias humanas. Sin embargo, el mensaje que deja es esperanzador: no todo está perdido, aunque pueda estar ausente.
Ariel (y la bobe omnipresente) irá recordando los momentos más importantes de su vida: su infancia, bar mitzva, casamiento, cumpleaños del zeide, etc, pero también buscará algo que, supone, le debe quedar de herencia.
«La Bobe» no es una comedia, ni un musical y tampoco un drama, aunque Licht echa mano de todas estas producciones para generar un combo explosivo que detona entre el público y le permite dar rienda suelta a la emoción y a la propia memoria, dejando de ser mero espectador pasivo para convertirse en un activo participante de este engranaje ideado por el autor.
Punto también para la escenografía y el vestuario. Despojados, sin grandes brillos, lo que nos demuestra de nuevo que, a veces, menos, es más.
Muy recomendable, «La Bobe» nos deja también una moraleja: abracemos mucho en vida a nuestros seres amados, cuidemos de ellos y atesoremos las vivencias compartidas pues será lo único genuino que nos va a quedar cuando ellos no estén, y lo más valioso que podemos dejarles a quienes nos sucedan en este breve, veloz y misterioso camino.
Por último, permítanme dedicarle esta reseña a mi mamá -dondequiera que esté, aunque me gusta pensarla cerca de alguna estrella- que fue la bobe más increíble del mundo, quien con su ejemplo dejó a sus nietos como enseñanza el valor de la palabra, miles de canciones en idish y que amar significa estar incondicionalmente. Cosas que la muerte no se puede llevar.
Próximas funciones de «La Bobe»: sábados de mayo, a las 17 hs., en el teatro «El Método Kairós», El Salvador 4530.
Betina Pascar
(*) frase atribuida a Albert Einstein, quien consideraba que el tiempo no es exacto, sino relativo ya que varía según quien lo percibe.
(Nota publicada en Nueva Sion)
domingo, 12 de marzo de 2023
Reseña sobre la película "La ballena"
domingo, 22 de mayo de 2022
"El permiso"
Porque sí, porque estoy grande y la memoria me empieza a fallar o porque, quizá y simplemente, no quise recordar del todo lo que Lucy había comentado.
A "El Permiso" lo lees de un tirón, pero ese tirón te desgarra a la velocidad de un rayo, como cuando te sacas la curita de la piel para que no te duela tanto. O cuando te depilas y sentís la cera quemandote como si estuvieras en Salem, en el medio de la hoguera pagando por todos tus pecados de bruja malvada. O de persona sentipensante, para traerlo a nuestros días.
Este "Permiso" nos tironea como la vida misma, como el amor, el desamor, y como todas esas ausencias previsibles y las otras, las inesperadas; nos cachetea para que comprendamos lo difícil que resulta tomar decisiones, tanto que a veces dejamos que las tomen por nosotros...hasta que maduramos y empezamos a darnos el permiso más importante: el de la libertad, el de elegir cómo y con quién. Que no es lo mismo que manotear lo primero que se te cruza para seguir tapando y tapando lo que no querés ver.
El libro es simple pero efectivo. Los diálogos y los dibujos son realistas y no hay risas ni chistes fáciles.
Yo ahora mismo, mientras escribo, me dí el permiso de emocionarme y llorar. Por lo que fue, por lo que ya no será , pero con la convicción de que aún y mientras esté viva, (aunque grande y con menos memoria), tengo mucho para hacer.
"Pre mortem" (reseña y análisis)
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